Elvira Lindo tiene un don. Aparte del de la escritura, por supuesto. Y este don le permite meterse en la piel de los más pequeños para que muchos de sus escritos resulten no sólo diferentes, también creíbles, amenos y con un punto justo de inocencia y candidez.
Aparte del archiconocido y entrañable Manolito Gafotas, de la perezosa Olivia y de otros cuentos infantiles, Elvira Lindo tiene una gran obra adulta. Sin embargo, un elemento muy personal de su literatura es su gusto por dejar caer la visión infantil de la vida en muchas de sus novelas.
En la boca del lobo, sin ir más lejos, escribe y describe desde el pensamiento y las vivencias de Julieta, una pequeña de 11 años que acaba de sufrir la pérdida de su abuela y, para colmo, es la responsable de una madre que no intenta entenderla, que antepone sus deseos a las necesidades de la pequeña y que no se detiene para descubrir qué oscuros secretos y vivencias esconde.
Una novela llena de sentimientos, de emociones y vivencias muy sencillos pero tan magistralmente reflejados que pone la piel de gallina y embarga al lector de un cariño profundo por esta niña.
El libro nació de los recuerdos infantiles de la autora, que viajaba a menudo a la comarca valenciana de Ademuz, donde vivió felices momentos rodeada de tías, primos y amigos.
A esa comarca es precisamente donde llega nuestra Julieta con todo lo que ha sufrido y todo lo que le queda por vivir, y allí experimenta y conoce tantas cosas nuevas que echará allí sus raíces.
En la boca del lobo, además, viven mujeres y hombres del pueblo, amigas, una profesora especial, amantes de la madre y personajes que sufren, sienten y viven.
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