Mi último y gran descubrimiento ha sido Lucía Solla Sobral. Cuando leas su libro te pasará como a mí: esperarás que sea el primero de muchos.
La primera novela de esta gallega de Marín está escrita con gran delicadeza, y es tan sincera, tan cruda y tan profunda que te llega al corazón.
Amistad, amor, familia y deseo; muerte, ruptura, maltrato y celos llenan de vida las páginas de este libro narrado en primera persona.
Marina, de 24 años cuenta, cómo un hombre, de 45 y sumamente atractivo, la deslumbra tanto que ella llega a pensar que ha descubierto el amor verdadero. Y mientras Marina cuenta todo sobre esta relación, va desgranando su vida entera. Sus momentos importantes, y los recuerdos más nimios y entrañables.
El libro está plagado de detalles preciosos sobre su familia; retrata con ternura a su padre fallecido, su madre, su abuela y sus hermanos; episodios tan banales como comer tartas de chocolate de El Corte Inglés, o esconder galletas de miel y limón en el bolsillo de la chaqueta se mezclan con momentos de celos y de casi maltrato psicológico entre la pareja.
Si la familia tiene un importante lugar en la vida de esta chica, la amistad tampoco queda relegada y relata vivencias en las que demuestra que los verdaderos amigos esperan y perdonan sin límites y no hay nada que sea capaz destrozar la amistad.
Es un libro que rebosa juventud, inocencia, amor, dulzura, sinceridad y mucha vida. Escrito con gran agilidad, tiene descripciones maravillosas con el adjetivo justo, metáforas divertidas. Maneja un lenguaje cercano, que parece coloquial pero que está perfectamente utilizado y elegido para que una joven transmita determinados sentimientos, sensaciones, recuerdos y vivencias y todos resulten creíbles por lo bien contados que están.
Es un libro tan lleno de color y de vida, tan veraz, sincero, ameno, cercano y bien escrito que te lo comes como si fuera una flor.
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