Que se vaya Pablo Iglesias se lo agradecerán muchos, pero sobre todo él a sí mismo, para dejar de contradecirse de una vez.
Su partido se llama Unidas Podemos y es él, el macho alfa, el que lo dirige a golpe de mandato, él dice por dónde y con quién va.
Asegura que llega la feminización de la política, y le faltó tiempo para quitar a Isa Serra de la lista por Madrid y colocarse a sí mismo. Porque creía que un hombretón como él iba a poder con Isabel Díaz Ayuso. A quien le espetó en pleno debate que no sonriera... Como si fuera alguien para ordenar a una mujer lo que tiene que hacer.
Por eso, porque se sentía por encima de cualquier mujer, propuso a Mónica García unirse a él y ser él, ¿quién si no?, quien dirigiera la izquierda radical. Ella le contestó que no hace el trabajo sucio de los hombres: que vale tanto o más que él. Cristalino.
Por fin se va.
Pero antes ordena que Yolanda Díaz se coloque al frente de su partido, deja a Isa Serra con el marrón de levantar el partido en la capital, y a su actual pareja con un ministerio que no sabe gestionar.
Una pregunta: ¿será verdad lo que cuentan que quiso abusar de una menor cuando él y Monedero eran profesores de Políticas? ¿Tendrá algo de cierto eso de que mantiene relaciones sexuales con todas las que llegan a algo en su partido? Habladurías.
Después del varapalo, ha vuelto a sus orígenes: la coleta y el jersey en tonos marrones lleno de bolitas que seguro le levantan la piel. Porque ha demostrado que es de dermis sensible, que sufre mucho, que es una víctima y todos van contra él, ¡hasta su jersey!
Adiós al moño y a las camisas de poliéster.
¿Qué pasará con los pendientes de coco?
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