Lo último de Herman Koch empieza genial, con mucha fuerza, pero la verdad es que cuando una persona es obsesiva acaba cansando.
El protagonista de Sospechas es el alcalde de Ámsterdam. Un hombre popular, querido en su ciudad, encantado con su trabajo, con su familia y casado con una mujer estupenda, cuyas raíces no son holandesas.
Todo en su vida es una balsa de aceite, hasta que un día una conversación entre su mujer y uno de los concejales del ayuntamiento, y una risa de ella, le lleva a pensar que su mujer le es infiel.
Y de eso va la novela; de la obsesión y los celos de un hombre. De sus sospechas. A veces piensa que ella le adora, y en ocasiones está convencido de que nada de lo que le dice es cierto. Un sinvivir. Es un hombre tan obsesivo con la supuesta infidelidad que prefiere ser tachado de corrupto que de cornudo, y así lo demuestra.
Entre sospechas y su particular obcecación, el alcalde habla acerca de su vida, de su mujer y su familia extranjera, su trabajo, su ciudad, su hija y sobre sí mismo.
Como siempre, la gran protagonista de esta novela de Hermann Koch es la sátira; cargado de humor ácido, el autor holandés critica la sociedad actual, lo que lleva a caricaturizar muchas de las obsesiones actuales, y a convertirlas en algo ridículo y vergonzoso.
La doble moral con la que esta sociedad se enfrenta a temas como la eutanasia y nuestros mayores, las energías renovables, los veganos, las relaciones entre hermanos y entre cuñados, entre padres e hijos de todas las generaciones, maridos y mujeres, relaciones de pareja, entre verdad y mentira... Todo parece ser una pantomima; postureo y fachada.
Herman Koch y su libros son diferentes. Y te dejan dándole vueltas.
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