Con esta noticia sale ¡HOLA!, y la mayoría de las revistas. Y no me extraña: después de tanto reportaje acaramelados y tanta declaración de amor pública, sorprende que ahora vayan y se separen.
Parece un virus de esos que atacan en el colegio de tus hijos, que empieza en un niño y acaba en tu casa. Pues igual: que si Nieves Álvarez, que si Angelina Jolie, que si Alba Carrillo... y ahora le toca a Paula Echevarría.
A mí me dan muchísima pena ellas, sus parejas y los niños, pero por favor, ¡¡¡por favor!!! Paula, no seas tan plasta como Alba Carrillo.
Alba se ha estado paseando por redacciones y platós de televisión con las lágrimas surcando sus mejillas y después de todo lo que ha llorado y dicho; ya que por fin parece que se ha desahogado, tiene un novio nuevo.

Lo que está clarísimo es que las parejas que se unen en el otoño de sus vidas se llevan de maravilla. Y si no, mira a Mario y su princesa de Porcelanosa: ¡¡qué divinos!!, cómo se entienden, cómo van juntitos de excursión.

De este reportaje lo que más me alucina no son los paraguas, ni la gorra de él, ni lo cambiadísima que está Isabel con esa coleta.

Lo que me llama la atención es cómo llevan las botellas de agua (que tienen cero glamour. Hija, Isabel, de verdad, para ser la princesa de Porcelanosa, la reina de corazones y la mujer que mejor descumple años del universo, no te pega nada, pero nada de nada, esa botella de agua de plástico).
Las llevan amarraditas con un cinturón de cuero, cero cool.
La enseñanza que me llevo de este reportaje es que todos somos seres humanos y como tales, tenemos las mismas necesidades y entre ellas, la de hidratarnos.
Vamos, que beber agua es exigencia física de pobres y ricos, de guapos y feos, de letrados e iletrados, de viejos y jóvenes, de premios nobel y de guapas, de peruanos y filipinos... De todos.
Gracias por esa lección de humildad, pareja. Os debo una.
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