lunes, 27 de enero de 2020

La gala de los Goya, peor imposible

¿Habrá alguien aficionado a las galas?, ¿y a la de los Goya? Me gusta ver los vestidos, las caras conocidas, las pelis nominadas y, sobre todo, los ganadores. Pero lo ideal sería verlo sin sonido.




Como siempre, ellas lucían vestidos de ensueño, como el de Paz Vega, e iban maravillosamente maquilladas, peinadas y arregladísimas. 
Vimos bellezones y gente muy válida, pero escuchamos sandeces, una detrás de otra. 

¿Por qué, para la fiesta más importante de nuestra industria cinematográfica, nunca se elige a un presentador bueno, y  mucho menos a un guionista con algo de sentido común (no digo gracia ni chispa) sólo sensatez y educación?

En cada edición la gala resulta más aburrida, chabacana y de vergüenza ajena.

Otro año más ha tenido que ser una persona ajena al mundo del cine quien se lleve los aplausos y emocione. Fue Benedicta Sánchez, galardonada con el Goya a la mejor actriz revelación por su papel en Lo que arde. Subió al escenario con sus 85 años, su melena larga y sin dentadura, hablando gallego, espontánea, breve y creíble. 


También vimos a Silvia Abril repartiendo consoladores entre el público. Patética.  

Y escuchamos estas palabras de Irene Moray al recoger el Goya al mejor cortometraje de ficción, Zumo de sandía: “Quería dedicárselo a todas las supervivientes, y hacer un recordatorio de que todas las mujeres tienen derecho (...) a correrse”.

¿Se puede ser más basta y ordinaria? ¿De verdad que se puede decir todo y de cualquier manera, incluso en público?

El corto premiado va sobre una mujer agredida sexualmente que logra superarlo con la ayuda de su novio, y disfrutar con él.



A algunos se les ha olvidado la riqueza de nuestro idioma, que ofrece cantidad de palabras, giros verbales, figuras retóricas y literarias, juegos de palabras. Es indiscutible la riqueza del español para comunicarnos y más, cuando se habla de amor, deseo, ayuda, comprensión, sufrimiento y superación de traumas.

¡Y este es el mundo de la cultura!
  
Para rematar (he leído porque fui incapaz de llegar al final) los patéticos Abril/Buenafuente se despidieron en tanga. 

¿Los invitados se colocaron sus mejores galas, se maquillaron y peinaron como si no hubiera un mañana para aguantar semejante vulgaridad y además sentados en sillas de plástico? 

Patético. 

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