Después de la victoria blanca toca lunes de resaca. También de reflexión, y de satisfacción. Ha sido un ejemplo de civismo.
Más allá de ser o no seguidor, que ya no hincha del Real Madrid, esta décimo cuarta copa ha puesto de relieve la importancia del trabajo en equipo: sin los paradones de Courtois no habría sido posible esta victoria ni tampoco sin el gol de Vinicius o el apoyo del resto del equipo.
Otra gran lección para los jóvenes seguidores del fútbol: que siempre se puede remontar; nunca hay que tirar la toalla.
Un día después de la celebración victoriosa por las calle de la Villa y Corte, lo que también queda claro es que ha sido un ejemplo de seguridad, buen rollo, alegría y admiración.
La policía nacional, desplegada por las zonas que podrían ser conflictivas, evitó y previno broncas, peleas o cualquier altercado, así como el SAMUR y los servicios de limpieza estaban preparados para actuar unos en caso de emergencias y otros para dejar Madrid radiante tras la fiesta.
Familias paseando por la capital de España, de blanco, luciendo camisetas del equipo y sin problemas, con una gran sonrisa, se veían niños felices, jóvenes sonrientes y toda la ciudad desplegada para vitorear a sus héroes, quienes han traído desde París la copa de Campeones, y eso que decían que Liverpool FC era un gran rival a batir, con una enorme nivel futbolístico.
En las horas que duró el partido la capital estaba silenciosa, con las calles medio vacías; recordaba a los días de encierro de la pandemia, y después la celebración fue un ejemplo de alegría, saber celebrar y madurez.
Eso sí, todos felices, y sobre todo Madrid, que le viene de perlas alzarse con esta copa y ser de nuevo centro de atención del mundo.
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