miércoles, 14 de septiembre de 2016

'Café Society', mucha estética pero poca emoción

¿Has visto la última cinta de Woody Allen?, ¿te has quedado esperando el nudo y el desenlace de la historia, como me ocurrió a mí? Muy bonito todo, pero ¿dónde están las emociones? 





El vestuario, decididamente maravilloso. Más allá de que esté confeccionado y elegido con muchísimo esmero, cada prenda habla del personaje que la lleva. Y Allen la utiliza como un elemento más dentro de su lenguaje cinematográfico. 


El protagonista es un chico gris, inseguro, torpe e ingenuo, que va ganando confianza a lo largo de la película. Eso mismo se refleja en su indumentaria: de comenzar siempre con tristes prendas de un marrón feísimo acaba luciendo un flamante esmoquin. La vestimenta del resto de personajes, de óscar.

Peluquería y maquillaje estupendos, así como el casting: ellas, Kristen Stewart y Blake Lively, divinas, y el prota, Jesse Eisenberg, es una réplica de Woody Allen (incluso la forma de caminar es clavada). Tanto le gustan a Allen los años 30 que se ha convertido en todo un maestro en eso de recrear esta época, sin olvidar los clubes nocturnos, la mafia neoyorquina y toda su estética. 

La fotografía, la luz y los decorados, geniales. Vamos, que la puesta en escena es alucinante. Pero cuando llegan los créditos finales te preguntas: "¿Dónde está el desenlace, y el nudo? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, ¿qué ha pasado? ¿Dónde están las lágrimas que sueles derramar en el cine a oscuras y tan a gusto? Pero si no me he indignado, ni me ha planteado un dilema, apenas me he hecho preguntas, ni he tenido que ponerme en el papel del prota". 

En fin, que el séptimo arte es un arte por mucho, pero también por lo que te llega, por lo que te emociona y por lo que sientes. 
Café Society  resulta una película genial: actrices guapas y actores bien vestidos, vistas maravillosas de Nueva York, casas fascinantes... Y una vez más Woddy Allen retrata con maestría los años 30, la mafia neoyorquina, la típica familia judía, el metacine, y una vez más se incluye a si mismo como narrador. Sí, todo eso es así, pero no me he emocionado, echo de menos más ternura, más sentimientos. Más corazón, la verdad. 

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