Nicolas Barreau tiene un estilo inconfundible. Sus novelas están cortadas por el mismo patrón, pero son perfectas para pasar un buen rato: amenas, romanticonas, sencillas y muy parisinas.
He leído casi todas las novelitas de este chico. Y aunque no sean precisamente grandes obras literarias, se leen fenomenal, porque te pierdes por París, que es una ciudad maravillosa, no sufres grandes dramas ni te devanas los sesos pensando quién será el criminal. Tampoco se trata de la típica trilogía sin fin tan de moda ahora, ni de la novelita rosa súper empalagosa.
Son cortas, sencillas, sin grandes pretensiones. Con una historia de amor, con finales felices, y sobre todo muy parisinas, todos sus detalles desbordan ese estilo tan sofisticado y elegante.
Se desarrollan en la capital del Sena y con París es siempre una buena idea, disfrutas de las pequeñas tiendas tan típicas de la ciudad francesa, llenas de buen gusto y de estilo, llenas de color y de pequeños detalles. Conocerás también sus charmants restaurants tan acogedores, sus tentadoras boulangeries o sus hotelitos tan especiales. Sus calles, sus puentes, sus jardines, sus rincones inolvidables...
Una vez más, Nicolas Barreau inventa una nueva historia: elige un contexto distinto, unos personajes de profesiones y mundos diferentes y una excusa original con la que dar pie a su imaginación (un libro, una película, un abrigo...); varía todo menos París, que es su eterna protagonista.
Y a partir de ahí deja que sus personajes coqueteen, mientras que los lectores volvemos a enamorarnos de la Cuidad de la Luz, paseamos por sus rues, la vemos con otra mirada y descubrimos rincones a los que no nos había llevado en las novelas anteriores.
Porque cualquier excusa, e historia, es maravillosa para volver a descubrir París.
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