martes, 21 de mayo de 2019

‘Un domingo como otro cualquiera’

La última novela de Liane Moriarty es lo más parecido en libro a una peli de Antena 3 en la sobremesa de los domingos. 



Tiene un pelín de drama, se lee fácilmente (con alguna cabezada de vez en cuando), echas el rato y encima acaba bien. Eso sí, no es ni mucho menos una obra maestra, pero entretiene.

Sidney. Día tras día sin parar de llover. Dos amigas de la infancia, sus parejas y las hijas de una de ellas acuden a a la barbacoa que celebran unos vecinos excéntricos.
Allí tiene lugar el terrible accidente doméstico que será el eje de toda la novela. A partir de este acontecimiento Liane Moriarty describe el sentimiento de culpabilidad de los padres, que desemboca en una crisis matrimonial, profesional e incluso personal. 

En esta barbacoa se dan cita otras personas, con sus vidas y sus problemas: un matrimonio formado una streaper y un electricista, que son los anfititriones. El viejo gruñón, que vive cerca y que representa el drama de las personas mayores, que llegan a morir solas. La amiga de la protagonista, que no puede tener hijos y es lo que su marido más desea en la vida. Un marido criado por una madre y un padre alcohólicos. 

Liane Moriarty cree que es fundamental el papel de la madre en la educación de los hijos, y presenta personajes con infancias difíciles: ¿qué pasa si tu madre tiene síndrome de Diógenes?, ¿y si te obliga a hacerte amiga de alguien no te interesa en absoluto?, ¿y si es alcohólica?

Además del amor de pareja, el materno filial y el buen rollo entre los vecinos, plantea el otro gran el tema, el de la amistad: ¿hasta dónde puede llegar la amistad?, ¿es lícito pedir a tu mejor amiga que te done sus óvulos, aunque hayas salvado la vida de su hijita? 

Al menos después de tanto drama y tanta lluvia, por fin sale el sol. 




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