miércoles, 21 de septiembre de 2022

Qué bien sienta el color negro

Pocos funerales han dado tanto que hablar como el de la reina Isabel II, que en paz descanse. Y es que hay que tener en cuenta que llevaba dando bandazos en su féretro desde el día 8 de septiembre.  



Quien más quien menos, todos hemos hablado de la reina Isabel II, de su polémico heredero, del príncipe Andrew, de la princesa Ana y también, pero mucho menos, del príncipe Edward. En fin, de toda su familia, de William y Katherine, de Harry y Megan, de Camilla y hasta se ha recordado a Lady Di.

Aquí hicimos apuestas sobre si nuestros cuatro reyes irían o no al funeral y, una vez que se supo que iban todos, si lo sentarían juntos, si esto y si lo otro. 

Al final, todo ha sido como manda el protocolo: reyes con reyes, países con países y familias con familias. Kate y Megan juntas, así como los dos hermanos, y ya puestos, nuestro soberano Felipe VI en el mismo banco que su padre, el rey emérito; lo normal. 

Lo raro hubiese sido que los sentaran separados. 

Lo que llama la atención es lo muchísimo que el negro favorece. Las reinas, las consortes, las herederas, las princesas, las ladies, las primeras damas, las sobrinas... Todas estaban guapísimas de negro, con vestidos o abrigos muy favorecedores, midi, de manga larga, entallados, sin grandes escotes, ni brillos, ni grandes sofisticaciones. Iban todas súper elegantes, discretas y, eso sí que favorece, con joyas de caerte para atrás y todas, además, con tocados también ideales. 

Me ha encantado la princesa Charlotte, la hija de los ya príncipes de Gales, que tiene siete años. Llevaba un abrigo negro con el cuello y los botones de terciopelo, medias y zapatitos del mismo color y un sombrero con una cinta que acababa en un pequeño lazo por detrás. De lo que todos hablan es del broche en forma de herradura que llevaba en el abrigo. Su primera joya. 

Y como se ha puesto tan de moda eso de mandar mensajes a través de la vestimenta, dicen que la niña ha querido hacer un homenaje a su bisabuela con esta alhaja, porque a Isabel II le encantaban los broches y además era una apasionada de la hípica y del mundo de los caballos, como la pequeña Charlotte. 

Al final la princesa no pudo contener más las lágrimas y rompió a llorar. Una mondada de niña y su hermano también, que se contuvo como pudo.

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