Estuvo monísima el sábado. Su debut como princesa de Asturias coincidió con la conmemoración del XIII centenario del reino asturiano. A sus 12 años, protagonizó un acto institucional sin discurso, sin los reyes eméritos y con poco protocolo, una princesa sonriente, un rey fantástico y una reina que volvió a dar la nota.
A la futura reina le han cortado un poquito la melena y le favorece muchísimo. Sonriente, tímida y con carita angelical, la princesa debutante no se separó de su padre y le consultó casi todo.
Eso sí, cogió a un bebé, saludó a quienes se agolpaban para verla, se hizo algún selfie, firmó en el libro de visitas de la basílica de Covadonga y agradeció la yegua que le regalaron a ella y a su hermana con soltura y alegría.
La familia real comenzó la jornada del sábado con una eucaristía en la Santa Cueva, ante la Virgen de Covadonga. Todos se santiguaron ante la Virgen. Sí, claro, todos menos la reina, que bajó la cabeza, pero de santiguarse, nada. Menos mal que era la santina de su tierra, que si no...
Así que Letizia estará contenta: una vez más se ha convertido en la protagonista de un acto de la familia real.
Comieron en el hotel don Pelayo, se cambiaron y se acercaron a los Lagos de Covadonga.
Parecían una familia de senderistas, con ropa y calzado cómodos (a excepción del rey, que se cambió de vestuario, pero no de calzado), y varas para ayudarse a subir los 500 metros.
Letizia demostró que es la más ágil y rápida.
También cuentan que a Leonor le gusta mucho tener cerca a su padre, que le da seguridad y confianza.
Dicen, además, que el abuelo materno se acercó para ver la ceremonia y saludar a su hija, nietas y yerno.
También se ha dicho que a los reyes no les gusta hacer (más) distinciones entres sus hijas. Por eso siempre van juntas y se les regala lo mismo. Es más, se ha comentado que quizá más adelante se inaugure un mirador con el nombre de Sofía. En fin, ellos sabrán. Quiero decir ella sabrá.
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