lunes, 19 de noviembre de 2018

‘Un extraño en casa’

Para un fin de semana de lluvia, para relajarte al final del día, o para desconectar. Engancha porque tiene mucha acción, muchos giros sorprendentes y un final que no te esperas. Lo pasarás bien, pero no te va a marcar. 



Shari Lapena tiene un trauma con sus vecinos. O eso parece, porque en sus dos libros los habitantes de la casa de al lado juegan un papel decisivo. Tanto es así, que sin ellos no habría historia. 

Un extraño en casa es un thriller doméstico: te mantiene en ascuas durante todas sus páginas y se desarrolla en un escenario cercano con pocos protagonistas. 

Todo transcurre en un barrio residencial de Nueva York, donde viven matrimonios jóvenes en casas bonitas, con jardín, garaje y sobre todo grandes ventanales además de un buen tren de vida. Allí encontramos a los protagonistas, Karen y Tom, que son felices hasta que ella tiene un accidente. Todo empieza a cambiar, entra en juego la vecina, que es la peor que se puede desear. Cotilla y fisgona, se ha convertido en la mejor amiga de Karen. 
La novela comienza cuando Tom llega a casa después de su jornada laboral. Espera, y desea, ver a su bella esposa, como de costumbre. 
Sin embargo, ella no está. 

La prota ha sufrido un accidente, pero no recuerda cómo ni qué le ocurrió; el marido es un pobre hombre, al que manejan las mujeres; la vecina parece ser una petarda y el policía se pasa el día entrando y saliendo de la casa como uno más. Poco a poco, la autora va metiendo nuevos elemento, para darte pistas sobre lo que pudo haber pasado y lo que va a ocurrir... O no. 

Se lee bien; es un libro ágil, con buen ritmo, mucha acción, y poco que retener: pocos protagonistas, poca descripción y menos reflexión. Te entretiene y punto. No te hace perder el tiempo con una literatura pretenciosa: afortunadamente va al grano. 

La autora te dirige a su antojo, y vas dando tumbos entre las dos protagonistas, unas veces te cae una mejor y a la otra la aborreces. El final te deja alucinada; todo da la vuelta. 
Porque todos escondemos algo. Siempre hay algo que puede dar que pensar. Y siempre, o casi siempre, las apariencias engañan. Ten cuidado.

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