Ha dado mucho que hablar. Entre otras cosas porque el equipaje que se llevó a Marruecos era escaso; faltaba una capa o una estola, algo para cubrirse en la noche marroquí.
Todo el mundo se deshizo en lenguas porque volvió a vestir El Armani. El traje de su compromiso oficial, tan maravilloso, favorecedor, con ese corte tan perfecto. Y se lo puso el día de San Valentín, hay quien dice -y ya son ganas- que era una señal de que sigue tan enamorada de Felipe VI como aquel día.

No es que sea ahorrativa, es que un dos piezas así merece la pena guardarlo: el escote chimenea, la caída del pantalón, el color, la manga. Maravilloso. Con los zapatos nude de esta ocasión queda bastante mejor que con aquellos salones negros. Y se cubrió con el mismo velo de su viaje anterior, que parecía confeccionado para El Armani.

La reina tenía mucho frío y Mohamed VI se la regaló generoso.
Pues ya debía tener frío, la verdad. Ya son ganas.
Si hubiera echado en la maleta una estolita o alguna prenda de abrigo...
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