Ha dado mucho que hablar. Entre otras cosas porque el equipaje que se llevó a Marruecos era escaso; faltaba una capa o una estola, algo para cubrirse en la noche marroquí.
Todo el mundo se deshizo en lenguas porque volvió a vestir El Armani. El traje de su compromiso oficial, tan maravilloso, favorecedor, con ese corte tan perfecto. Y se lo puso el día de San Valentín, hay quien dice -y ya son ganas- que era una señal de que sigue tan enamorada de Felipe VI como aquel día.
Algo más de 15 años han pasado, y el sastre sigue tan actual, tan elegante y tan espectacular como el día en que ella mandó callar al que hoy es el rey de España.
No es que sea ahorrativa, es que un dos piezas así merece la pena guardarlo: el escote chimenea, la caída del pantalón, el color, la manga. Maravilloso. Con los zapatos nude de esta ocasión queda bastante mejor que con aquellos salones negros. Y se cubrió con el mismo velo de su viaje anterior, que parecía confeccionado para El Armani.
A la cena de gala con la que Mohamed VI agasajó a nuestros reyes acudió con un vestido blanco, sencillo, largo y sin mangas, bajo una túnica de bordado floral, con la que Felipe Varela versionó la ropa de gala maroquí.
La reina tenía mucho frío y Mohamed VI se la regaló generoso.
Pues ya debía tener frío, la verdad. Ya son ganas.
Si hubiera echado en la maleta una estolita o alguna prenda de abrigo...
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