jueves, 4 de abril de 2019

Los Grimaldi y el baile de la rosa

Cada año Carolina de Mónaco y su prole aprovechan para hacer algo en lo que son expertos: lucir las mejores galas de los mejores diseñadores y pasarlo pipa. Es que hay que mamarlo. 




Este año lo que más me ha alucinado ha sido el look de Carlota, con el pelo ondulado y larguísimo, junto al padre de su hijo que vuelve a ser su novio. Llevaba una falda negra con aberturas espectaculares y un bustier de lentejuelas fuscia de Saint Laurent que no le hacía mucha justicia. Tal vez lo llevaba mal colocado, le estaba pequeño o simplemente era así. Pero se le veía parte del pecho por debajo, lo que no le favorecía para nada, parece el pecho como caído, con todo mi cariño. Con lo ideal y espectacular que es... En su mano lucía su pedazo de anillo de pedida y en su cara, una sonrisa poco común en ella. 

Junto a ella, Beatrice Borromeo, que no puede ser más ideal, con un vestido sensacional de Dior, unos guantes hasta el codo y un moño italiano que no puede llevar cualquiera, la verdad. 
Tatiana Santo Domingo estaba como más depurada, con su melenón recogido y pendientazos de diamantes de la abuela Grace. Llevaba un maxi vestido rojo de Giambattista Valli con lazo al cuello. La peque del clan, Alexandra de Hannover, a la altura con un colorido vestido de lentejuelas. 
Y la matriarca, como siempre, el colmo de la elegancia más sublime: de Chanel en rosa y negro con escote barco, peinada con un moño y como joyas: el collar de tres vueltas de perlas, anillo y pendientes a juego que pertenecieron a su madre. Por supuesto, con esa mueca tan suya como de encantada de conocerse a sí misma, y a toda su prole.
Bueno, en fin, orgullosa de sus hijos, como cualquier madre. Y es que al final, con o sin Chanel, todas somos iguales.

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