Muchas cosas, y no muy buenas, hemos aprendido de Pedro Sánchez durante esta larga cuarentena. Pero hay una que desde que empezó el estado de alarma ya lo estaba dejando ver.
Y es que siente una especial debilidad por las peluquerías.
Fue el último negocio que cerró.
De hecho, cuando decretó el estado de alarma, y empezó su cadena de comparecencias televisivas (con las que quería mantener sus votos y recabar más) ciñendo alrededor de su cuello una corbata carmesí, aseguró que las peluquerías se mantendrían abiertas durante el confinamiento.
Entonces tuvo que llevar a cabo una de sus primeras rectificaciones: cerrarían, a su pesar seguro, las peluquerías.
Y hasta hoy.
Ahora, cuando empezamos a ver la luz con el llamado Plan para la Transición hacia una nueva normalidad, jajajajajaja, las peluquerías se hallan en la primera línea de reapertura.
A partir del 4 de mayo, podrán abrir locales con cita previa para la atención individual de clientes. Eso sí, necesitan mostrador, mampara o garantizar de algún modo la protección individual.
El 11 de mayo ya abrirán sin cita previa, al 30% de su capacidad y con dos metros de distancia entre clientes. Así que se van a pasar el fin de semana poniendo mamparas y dando citas sin parar. A contrarreloj.
Él no ha dejado de cuidar su imagen. Así que todo apuenta a que este interés le viene por su vice: para ver si se corta esa coleta trasnochada de una vez, que está pasadísima.
Y también, cómo no, por su señora, para que le arreglen ese melenón largo y rubio... ¿o también habrá echado mano del que le cortó el pelo a Sánchez?
Sea como sea ya podemos salir a cortarnos el pelo, hacernos la permanente, peinarnos, y teñirnos; hacernos la uñas, las cejas, depilarnos... Eso sí, para lucirlo en casa.
¿Será eso la nueva normalidad?
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