Es el primero de una serie de libros protagonizados por el subjefe de la policía italiana, Rocco Schiovani. Para muchos, tan bueno como el comisario Salvo Montalbano, de Andrea Camilleri.
Rocco tiene que investigar sobre un cadáver que aparece entre la nieve, y mientras intenta cerrar el caso, Antonio Manzini nos desvela al subjefe de policía, todo un personaje.
Es romano y por tomarse la justicia por su mano en el caso de un violador, fue destinado al valle de Aosta, un pueblecito perdido en los Alpes italianos, donde el policía vive rodeado de nieve, con termómetros bajo cero, y donde para sobrevivir debe ponerse botas y anoraks de plumas, en lugar de sus adorados zapatos Clarks y su abrigo loden azul marino.
En Aosta tiene que enfrentarse a una comisaría de pueblo, con dos ayudantes que parecen recién sacados de un cómic, y con otros dos muy válidos. Con una esposa que no se merece y un trabajo que dice no le gusta nada
Schiavone en un gran fumador de cigarrillos, y de porros, no posee un carácter muy agradable, es un mujeriego, utiliza formas muy poco ortodoxas en su trabajo, y tiene una lista con todas las cosas que le molestan, desde el 1 al 10.
No es lo que se dicen un hombre simpático.
Sin embargo, hay que agradecérselo a la esposa del autor: podría ser peor. Manzini ha desvelado en algunas entrevistas que tenía en mente que fuera casi un asesino, un hombre terrible, pero su mujer le amenazó con el divorcio si creaba ese monstruo; así que no le quedó otra que suavizarlo
Con este retrato y el caso de un asesinato en medio de los Alpes pasarás un buen rato.
Los libros no tienen desperdicio: el autor se toma cada uno como un episodio de la vida de Rocco, cuyos detalles irás descubriendo a medida que vayas avanzando en la serie. Antonio Manzini aprovecha cada libro para hacer crítica social, política o de lo que toque.
Te lo recomiendo. Son amenos, cortos y cargados de ironía.
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