martes, 23 de septiembre de 2014

El centro de Madrid: tan antiguo, y tan moderno

¿Cuánto hace que no vas por el centro de Madrid? Vivas lejos o fuera, te lo recomiendo. Sus calles y monumentos no se han movido, pero sus tiendas, bares, gente y lo que te encuentras a tu paso merece la pena. 




El Palacio Real desde los Jardinis de Sabatini.
Está claro: el Palacio Real, la catedral de la Almudena, los Jardines de Sabatini y los del Campo del Moro, el Teatro de la ópera, la Plaza de la Villa... son visitas obligadas. 








Igual que patearse la calle Bailén, La Cava Baja, El Almendro, la calle Arenal, la calle Mayor, la calle Preciados y Callao, la Puerta del Sol, la plaza Mayor. Tú te dejas llevar y caminas, y vas de Bailén a Callao. Y bueno, si quieres sigue por Gran Vía o por Alcalá y sube a la azotea del Círculo de Bellas Artes para flipar con las vistas de Madrid. 







Un alto en el camino

Si quieres un aperitivo: el Mercado de San Miguel. Eso sí, tienes que esquivar a todo tipo de público: alemanes, japoneses, ingleses, gente joven o parejas mayores; gente del barrio o no. De todo, porque está a tope. Es parte de su encanto.

Y ármate de paciencia: la caña en un puesto, el agua en otro, y el vino más allá. Con cuidado de que no se te caiga, miras y pides: cartucho de patatas fritas o de jamón ibérico, de fuet, de chorizo... delicias de Lhardy, paella, sushi, pescado o marisco a la plancha, quesos para aburrir, mozzarella, pinchos ahumados, canapés... La boca se te hace agua. 

Y luego, con tu platito de papel te buscas un sitio para tomarlo: en una barra, si hay sitio, en una esquina o bien te sientas en las escaleras del mercado.  

Continúas caminando y la marea de gente de lleva a la Latina, donde hay mil un bares para seguir de tapas o darte un homenaje. Ten cuidado: ¡¡¡en algunos las paellas son amarillo chillón!!! y están llenos de extranjeros. Ojo: siempre, antes de entrar, mira el público. Yo te aconsejo Los huevos de Lucio. Súper rico. 


Cada uno a su rollo


Si llegas a la calle Arenal, tachán, empieza el espectáculo. La larguísima cola de los preadolescentes superperipuestos que quieren entrar en la discoteca Joy Eslava, se mezclan con tenderetes de evangelistas, mendigos y gente súper moderna. Y en Sol ya te encuentras con un mosaico de todo.

Mickie y Minnie, Bob Esponja, y mil y un grupúsculos de gente mirando al artista de turno: el mimo, el mago, el graciosillo, la flamenca que zapatea al ritmo de su guitarrista, el mulato tirado en el suelo haciendo virguerías con el balón, una pareja que simula estatuas de cobre de soldados, y otro una escultura de oro jugando al ajedrez. En fin, mil y una esculturas de carne y hueso, que aguantan sin moverse hasta que le echas una moneda y te guiñan un ojo. 

Y mientras, un tullido tirado en el suelo, o el otro que sin brazos y con el vaso en la boca pide limosna. Alucinante. Y como escenario, el reloj de la Puerta del Sol, Carlos III a caballo, y las tiendas más típicas del  momento: HM, Bershka, Sfera, El corte inglés, Zara, Calzedonia, La casa del libro... 

A mí, qué quieres que te diga, me recuerda a la Edad Media. En la plaza mayor se daban cita mercaderes, faranduleros, barberos, artistas, pregoneros, falsos religiosos y, cómo no, el ladronzuelo de turno. Así que ya sabes: agarra bien el bolso. 


Lo más 

Pero aquí no acaba todo: a tu paso te encuentras con coches conducidos por turistas como estos: 

O los que prefieren conocer Madrid y seguir bebiendo cerveza, en la beer bike, o sea un multitandem con barra de bar incluida. 
O en las bicis de la alcaldesa, que las he visto sobre el asfalto: 

Abre los ojos porque seguro que te cruzas con más de una pareja de recién casados a bordo de este tipo de coches antiguos. Es la última moda:


Y no te pierdas las limusinas de cumpleañeros o despedidas de solteros, que también están haciendo estragos: 




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