miércoles, 10 de septiembre de 2014

Adiós, alcaldesa

Ya estamos aquí, cada uno en su sitio. Y más tranquilos que nunca, sobre todo después de la vuelta al cole, y del anuncio de Ana Botella de que no volverá a presentarse como alcaldesa de Madrid. Empezamos el curso con una buena noticia. ¡Bien!









Que sea mujer y esposa de uno de los grandes del PP parece que no le ha ayudado mucho, y si a eso le sumamos sus meteduras de pata, la conclusión: mucho ha tardado en irse. 

No ha sabido rodearse de gente brillante, para tomar decisiones acertadas y conectar con los madrileños. Y a estas alturas, ya no cuenta ni con el apoyo de Rajoy. Acabáramos. 

La pobre qué culpa tiene: la colocó Gallardón para convertirse en Ministro de Justicia y ella, que estaba genial como segunda teniente de alcalde, ocupándose de Medio Ambiente y Movilidad, ha hecho lo que ha podido. ¿Su mayor logro? el gran empujón que ha dado ella solita a la creatividad y al ingenio de los madrileños. 

¿Quién no se acuerda del relaxing cup o café con leche en la Plaza Mayor? Pues, sí tuvo su gracia. Pero que me digan a mí cuántas españolas de 60 años hablan inglés perfectamente y de corrido. Y no todo fue culpa suya, que el discurso era patético. Eso sí, después de ser objeto de cachondeo general, en vez de largarse a su casa, demostró que también se sabe reír de sí misma. Olé. 




No podemos pasar por alto sus looks: la media melena rizada a base de espuma. ¡Por favor! qué horror. Menudo peinado. 



Aparte del spa y del Madrid Arena, de las multas con las que llena sus arcas para gastarlas en parquímetros a su antojo, de las caquitas de los perros que no se limpian, de los parques que están para echarse a llorar, de las tasas que hay que pagar por todo... Aparte de su gestión, ¿quién no se acuerda de sus caras de satisfacción junto al hoy Rey? Patética, pobre. 



Todos hemos hecho el ridículo alguna vez en la vida, aunque si eres un personaje público, peor. Y ella, hastiada, se va de una vez. Bueno, todavía no, que la tenemos hasta 2015. A ver hasta entonces con qué nos sorprende.
Hagan sus apuestas.

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