Seguro que te leíste La verdad sobre el caso Harry Quebert. Fue una plaga: todo el mundo hablaba del libro. Engancha, y no es en absoluto previsible.
Es el segundo libro del suizo Joël Dicker, con el que le llegó el exitazo mundial, además de varios premios.
Lo empiezas y ya no puedes dejarlo. Da tantas vueltas, tantos giros, pasan tantas cosas, que cada vez que coges el libro te desconcierta aún más. Si no lo has leído, cuando lo hagas no apuestes por ningún personaje como el malo: hasta que llegues a la última página no puedes estar segura de nada.
Es el segundo libro del suizo Joël Dicker, con el que le llegó el exitazo mundial, además de varios premios.
Lo empiezas y ya no puedes dejarlo. Da tantas vueltas, tantos giros, pasan tantas cosas, que cada vez que coges el libro te desconcierta aún más. Si no lo has leído, cuando lo hagas no apuestes por ningún personaje como el malo: hasta que llegues a la última página no puedes estar segura de nada.
Hay quien dice que es un libro fullero, que va cambiando el argumento según el antojo del autor. ¿Tú crees que los autores cuando se lanzan a escribir tienen una idea clara de lo que va a ocurrir y de cómo va a acabar?, ¿o que los personajes toman vida propia y se mueven y actúan según su capricho, es decir el del autor en cada momento? Para mí, Dicker escribió un libro vivo, que el nudo va variando hasta desembocar en un desenlace que le reclaman los propios personajes. Pero, a ver, opiniones hay millones.
Alfaguara ha publicado hace nada el primer libro de Dicker, Los últimos días de nuestros padres. No tiene nada, pero absolutamente nada en común con la otra. Esta es más sosegada, más de narrativa, y con muchísima menos expectación. Claro, es que no es un thriller. Cuesta creer que sean del mismo autor. Se desarrolla en plena Guerra Mundial: un grupo de chicos son entrenados para formar parte de los servicios secretos británicos.
Los último días... es un homenaje a la figura del padre. El protagonista no puede dejar de pensar en él, hasta el punto de ponerse en peligro y arriesgarlo todo, pero todo, por su padre. El caso de Quebert es también un homenaje a esta figura. Comienza así: A mis padres
Me llena de ternura, y sólo por eso te digo con toda la tranquilidad del mundo que Dicker me cae bien.
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