miércoles, 9 de marzo de 2016

Mario Vargas Llosa sigue siendo él

Me descubro ante él. Por su escritura, su dominio del lenguaje, sus personajes. La manera de contar las historias, cómo te mete hasta el fondo, cómo retrata cualquier situación, cómo mezcla erotismo con corruptelas, poder, odio, crimen, maldad, ambición... cómo describe lugares y sus habitantes. Con razón es un premio Nobel. Y me alegro de que por fin tengamos un nuevo libro.






Y es que, me vais a perdonar: al menos a mí, con esto de la Preysler, me parecía que habíamos perdido un poquitín al autor, al caballero de letras, al hombre culto, al Nobel. Que nos habíamos quedado con el enamorado, el príncipe azul... No sé, lo he visto tan arrobado mirando a su novia, en tantas fiestas, en tantas fotos con famosillos (hasta en Porcelanosa) y en un bungalow de lujo rodeado de corazones, que me estaba asustando.

¡¡Gracias al cielo!! Habemus sus Cinco esquinas (que por cierto está por todos lados), y eso nos recuerda que Mario Vargas Llosa es ante todo un Nobel, un escritor, un hombre culto, un caballero de la literatura... y, además, un ser humano enamorado.

Y, claro, ahora toca promocionar la novela: presentarla en el Círculo de Bellas Artes, en la Casa de América y en Villa Meona, hablar, y dar entrevistas. ¡¡¡Genial!!!: así le escuchamos y le leemos. 
Y, ¡¡qué cosas!!, no le importa nada, pero nada, hablar de su Preysler, asegurar que está enamorado, que su amor le llena de vitalidad y que tiene mil y un planes, que éste ha sido el año más feliz de su vida (compáralo con esos famosillos, que cuando se les pregunta por su vida privada, parece que les han sacado una pistola).

Pues él, que es todo dignidad y distinción, habla de política, de literatura, de periodismo, de premios, de trabajo y también, cómo no, de Isabel y de su relación, y se atreve a recibir a periodistas en la casa de ella, donde vive, con el cuadro de Isabel presidiendo la entrevista. Y todo, tan normal, tan natural, tan estupendo. 

Qué maravilla. ¡¡Gracias!!, gracias, Mario Vargas Llosa, por no haberte perdido entre la frivolidad, por seguir siendo un Nobel, por escribir, por cumplir la promesa que te hiciste al recibir el premio: "Me prometí que no sería un monumento viviente, ni una estatua de bronce, y que seguiría siendo libre para seguir creando". 
Leeremos tu libro. Seguro que no nos defraudas. 

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