lunes, 18 de abril de 2016

Mario Conde no tiene derecho ni a pisar nuestra cárcel

El que nace chorizo y fullero, en muchos casos, se mantiene así. Ni gomina, ni trajes carísimos, ni las mejores universidades, ni siquiera ser de los primeros de su promoción. Nada ha hecho mella en Mario Conde, uno de los fulleros más grandes de España (y mira que hay tramposos en nuestra tierra). 


Con lo de Banesto se dijo de todo de este chorizo. Después de su paso por la cárcel lo perdonamos: memos perdidos, le hicimos un hueco en las tertulias televisivas para que se luciera bien, le escuchábamos en la radio, le leíamos en la prensa... y él riéndose en nuestra cara. Se creyó el gurú de la economía del momento, mientras nos engañaba y robaba. 

Y ahora que se ha vuelto a descubrir el pastel, ¿ahora qué?: ¿a la cárecel?? ¡¡¡Nooooo!!! Ni hablar. Mario Conde, ¿qué derecho tienes tú a pisar la cárcel que hemos costeado algunos españoles con nuestros impuestos? No estamos forrados, ni somos unos presuntuosos, ni robamos y, por lo tanto, no podemos esconder el botín para ir sacando poco a poco lo robado sin que nadie se entere.

¿Tú qué pretendes?: ¿volver a la cárcel, a comer y a vivir a nuestra costa en una celda de lujo? Primero devuelves lo que has robado, los impuestos que no has pagado, más las multas y los intereses de demora, como hacemos todos, y después te pagas tú mismo la manutención. Te pagas la cárcel, la comida, la bebida, la estancia en la celda guay, hasta el papel y el lápiz para escribir tus memorias te los sacas de tu bolsillo, y luego te pones a trabajar para la sociedad; para los españoles que has robado y engañado. 

Porque tú, que tanto vas de guay, de elegante, de formado, de listo y de culto, no tienes derecho ni a viajar por nuestras carreteras ni a abrir los ojos por la noche, porque las farolas que hay en nuestras calles (y que tú no has pagado) no deberían alumbrar tu paso.
Así que ya sabes, Mario Conde, al desierto de los Monegros y al raso, por ejemplo, y si prefieres la cárcel, te la pagas tú. La tuya y la de tus hijos, que para eso los has metido tú en este embolado. Por listo.  

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