Me gusta Lemaitre. Porque logra que el lector, a lo largo de sus páginas, cambie de opinión acerca de los personajes: el malo no es el malo, y el que parecía bueno es el gran culpable. Porque te lleva a pensar si en ocasiones los malos no son tan malos, si es culpa del contexto, cómo y con quién se han educado, de la historia vital de cada uno de sus asesinos
Da la vuelta a la trama con una maestría alucinante, y eso ocurre también en su último libro: Rosy y John, el regreso del pequeño policía Camille Verhoeven.
¿Quién es el malo: el que siembra París de bombas o la persona que le induce a hacer esta locura? No sólo devoras historias, te pones ante un dilema social y personal, y disfrutas de nuevo con la personalidad de Camille, el policía de bajísima estatura, duro de pelar y sin pelos en la lengua.
Es un libro corto, porque cuentan que era un encargo para leer en smartphone. Y una vez más, Lemaitre lo ha bordado. Ha ido al grano, no ha perdido líneas en descripciones o reflexiones banales; ha hilvanado la historia sin perder de vista la vida privada de Verhoeven, su devaneo amoroso y su gato, y ha sido capaz asimismo de narrar la vida de los dos protagonistas del nuevo caso, para hacernos reflexionar sobre la culpabilidad y la inocencia.
De nuevo, te ves inmerso en el París más negro, el universo de Verhoeven, sus asesinos, sus testigos, sus jueces, el mundillo policíaco... ¡¡Y en menos de 100 páginas!!
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