lunes, 19 de febrero de 2018

‘Las ventanas del cielo’

La última novela de Gonzalo Giner esconde un arduo trabajo de documentación. La historia de las vidrieras de la cartuja de Santa María de Miraflores, en Burgos. 



Cuenta Gonzalo Giner que fue en su primer viaje a París, al entrar en la Sainte-Chapelle, donde y cuando se enamoró de los vitrales. Desde entonces, cada vez que visita una iglesia o un templo, no deja de fijarse en las vidrieras policromadas. 

Quizá este fue el motivo que le llevó a crear a Hugo de Covarrubias, el protagonista de Las ventanas del cielo. Un chico que comienza en el negocio de la lana, de ahí pasa a ser polizón en un barco rumbo a Islandia, a trabajar en el norte de África, aprender y por fin dominar el arte de las vidrieras en Flandes. 

Con la excusa de su amor por los vitrales, Gonzalo Giner nos lleva de viaje por el siglo XV, y además de adentrarnos en el arte de las vidrieras (desde Brujas y Lovaina hasta Burgos), nos muestra lo que hubo alrededor del negocio de la lana merina, tan importante para Castilla en esa época. De la pesca de ballenas y bacalao, desde los puertos de Bermeo, Motrico, San Sebastián o Guetaria, hasta las aguas de Canadá, Groenlandia o Islandia, así como la importancia de la sal para conservar los alimentos y el comienzo de las explotaciones de las salinas en Túnez. Hace, además un boceto de cómo se organizaban los oficios en Castilla, las cofradías, los viajes por mar, las naos... e incluso narra lo duro que era vivir en el Viejo Continente para la gente de color. 
Todo un trabajo de documentación, que Giner ha querido ilustrar con la típica historia medieval de aventuras: 
Chico bueno, valiente, pobre o abandonado por su familia. 
Chica guapa, de buena familia, rica y muy religiosa. 
Se aman. Pero es un amor imposible: ella es obligada a contraer matrimonio con el malo de la historia.
Chico rico, ambicioso, malo, infiel, cruel... Que además es hermanastro del bueno. 

A partir de ahí entra en juego la imaginación y la maestría del autor para hacernos sufrir, reír, aprender, viajar, imaginar, disfrutar y sobre todo para engancharnos o no con su obra. 
Me ha gustado. Te la recomiendo, es un viaje apasionante. Eeso sí, si te va la literatura medieval de aventuras. Pero he de decir que no está a la altura de sus otras obras El jinete del silencio El sanador de caballos, sencillamente maravillosas.

Como es costumbre en todas sus novelas, Gonzalo Giner nos trae un animal: un halcón, que acompaña al protagonista durante casi toda su vida y le ayuda en los peores momentos. Una vez más, muestra el veterinario que hay en él. 

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