viernes, 24 de abril de 2015

Un periodista televisivo que se tiñe el pelo

Imagínate que eres un hombre, periodista de profesión. Que tu rostro aparece a diario en la pequeña pantalla, porque conduces un programa de tertulias y debates. Imagínate que tienes la cabeza plagada de canas y que quieres una imagen más juvenil. 

Así que te vas a una pelu de tu barrio a teñirte. Una peluquería de franquicia: no es Cheska, ni Madrigal, pero tampoco Espejos ni Marco Aldany. 
A las 14.00 horas de un jueves. Buena elección: por la hora (están casi todas las mujeres comiendo) y por el día (las que no han ido antes del jueves ya van el viernes). Y allí pides que te pongan el pelo del color del azabache, del carbón. El pelo como el betún, vamos. Como el de un gato negro. 

Pero, ¡¡¡qué mala suerte!!!, justo cuando tienes toda la cabeza embadurnada de tinte, aparece una blogger que le ha dado por cortarse las puntas justo ese día y a sea hora. Que además te conoce de sobra porque el programa a veces se ve en su casa y porque trabajó contigo hace casi 10 años en una tertulia radiofónica.

Y la sientan a tu lado, justo en el lavabo al ladito tuyo. Y te ve: la cabeza llena de pringue, el peluquero venga a embadurnarte y a comentar lo bueno que es este producto, que no mancha las toallas ni nada, y tú le cuentas cuándo te salieron tus primeras canas. Y le pides Semana y Lecturas. 

Imagínate que ese hombre eres tú. Por eso no voy a decir quién es, pobre.

Yo creía que las melenas televisivas (y más si son varoniles) se teñían en casa, o que lo hacían en Maquillaje y no en tu peluquería. Ni a domicilio, ni reservado, ni barberías de antaño. Ahora todas son unisex, lo cual dificulta preservar la intimidad. 

Por muy modernas que nos creamos y por mucho que digamos que nos gusta que los hombres se cuiden, te quedas de piedra si un hombre, y más si es conocido, se tapa las canas en tu misma pelu y en el lavabo de al lado. 

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