La figura indiscutible del fin de semana, y de los nueve días que ha pasado en Cuba y Estados Unidos, es el papa Francisco (con el permiso de los derrotados Mas y sus colegas). Ha conquistado a quienes le han visto, escuchado y recibido. Todo un éxito para la Iglesia, para América, para los católicos y para los americanos. Para el mundo.
Me encanta este papa, porque llega, porque es austero, conciliador, humilde, incluyente y nada excluyente, súper tolerante, sencillo, simpático, y siempre pendiente del detalle.
Porque se mezcla, se deja sentir y que le sientan. Se pone en la piel del otro, respeta otras religiones, otras ideas y otros modos de vida. Sabe pedir perdón. Mira hacia delante y trabaja por reformar lo necesario.
Ha sido el primer sucesor de Pedro en hablar en el Congreso de Estados Unidos e incluso ha llegado a la asamblea general de la ONU para pedir a los jefes de gobierno y estados "trabajo, tierra, techo y libertad para los seres humanos". Y lo ha hecho a su manera: sin pelos en la lengua, hablando de lo cómodo y lo incómodo.
Como lo suyo es hacer iglesia, concilia, y trata de ser la voz del marginado y del pobre. Por eso le aplauden y le quieren. Se mantiene en su afán de acercar la Iglesia a la calle, popularizarla y modernizarla, porque el papa sabe que en los momentos de crisis la fe juega un papel fundamental.
¡¡¡Bravo, papa Francisco!!!
¡¡¡Bravo, papa Francisco!!!
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