Lo de ser reina no debe resultar fácil. Para nada. Y menos si has nacido en una familia de clase media y te han educado con otra idea. Pero tú decidiste casarte con el futuro rey, así que no te queda otra que disimular cuando estés enfadada, al menos en los actos oficiales.
Doña Letizia, que es reina por deseo personal, tiene que integrarse y mostrarse a gusto. Y no como el jueves pasado, que lucía un careto que daba miedo.
Era la primera vez que Felipe VI protagonizaba la solemne apertura de las Cortes, en la que no podían faltar la princesa de Asturias y la infanta Sofía.
La Reina estuvo de lo más seria, no miraba ni al Rey ni a Mariano Rajoy ni a Ana Pastor: estaba a lo suyo, con cara de pocos amigos y pendiente sólo de las niñas.
Llevaba EL vestido de tweed verde esmeralda de Varela, que ya se lo hemos visto en varias ocasiones (le queda como una segunda piel, como a ella le gusta), y un recogido. Las niñas, con sendos vestidos poco favorecedores, son tan monas, tan educadas y tan inocentes que me inspiran ternura.
El caso es que la Reina estaba de malas, y no me extraña, porque los podemitas se pasaron tres pueblos:
Carolina Bescansa, que en su día amamantó a su bebé en pleno Congreso de los Diputados, en las redes sociales publicó: "Letizia, si llevas a tu hijas al hemiciclo, prepárate para una avalancha de insultos". Tania Sánchez publicó: "¿Las niñas no deberían estar en el colegio?".
No aplaudieron al rey y permanecieron sentados al final del discurso. Ni fueron capaces de vestir como manda el protocolo, es más Alberto Garzón y Diego Cañamero se colocaron una camiseta con este mensaje: "Yo no voté a ningún rey". Pues no, ellos no lo votaron. Pero hubo un referendum para aprobar la Constitución española en 1978.
Dicen que a la Reina no le gusta que saquen a sus hijas de su vida normal, y que tampoco le gusta el rumbo político de esta legislatura y dicen, además, que tenía un moratón en el gemelo izquierdo. Sea lo que sea, no se celebró la recepción en el salón de los Pasos Perdidos, como hacía don Juan Carlos en cada apertura de las Cortes.
En fín, doña Letizia, que yo la entiendo: que son muchos feos, pero que debe disimular y hacer como Felipe VI: demostrar que está por encima de eso, que está al servicio de España, y no al comentario de cuatro gatos.
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