Felicidades a todos los maestros, a quienes estudian para serlo, y a los estudiantes que los valoran y quieren. En sus manos está su educación; buena parte del futuro de cada alumno.
Todos recordamos a algún maestro. Aquellos mujeres y hombres que nos enseñaron tantas cosas durante una de las etapas más importantes de la vida.
Guardamos en nuestra memoria millones de anécdotas, lecciones, exámenes, castigos, deberes, suspensos, expulsión de clase, las charlas con los padres, los malos momentos y también los buenos, cómo no, una felicitación, una buena nota, un abrazo y una palabra de ánimo.
No hay nada que una más, y divierta, que recordar con tus amigos de la infancia las vivencias del colegio, en las que siempre sale el nombre de algún maestro al que guardas cariño, cuyo recuerdo te emociona, te hace reír o incluso te llena de ternura.
La etapa del colegio y del instituto marcan, como también lo hacen los profesores, en cuya mano está la educación de tus hijos, sus valores, su forma de ver la vida, de aprender de ella y de elegir lo que más le gusta o lo que no.
Poco hay tan importante que un profesor con vocación, que ve en cada niño más allá de su nivel académico: porque mira dentro, en su corazón, su cabeza y su comportamiento. Reconoce sus debilidades y fortalezas, y trata de ayudarle.
Un año más, gracias a los maestros que disfrutan de y con su vocación. Gracias por su paciencia, y por estar ahí, con nuestros hijos un día y otro y otro. Y se lo dice una madre, que los conoce, y sabe que tienen sus momentos, mejores y peores... Y que también fue alumna.
Gracias a Sagrario, Rosario, Marina, Olga, Mercedes, Pura, Loli... y también a Susana, María, Ana, Ángel, Bárbara, Isabel, Marisa, Mario, Manu, Yago, Arturo, Joan, Alberto, José Antonio... Y muchísimos más.
Gracias y felicidades.
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