He leído dos que utilizan este recurso: uno buenísimo, y otro malo malísimo.
La abuela Lola es una novela deliciosa. Una abuela encantadora, cariñosa, sin pelos en la lengua, que te la comerías a besos, y su nieto; un niño bajito y delgado, con una salud frágil, pocos amigos en el colegio, pero tan inocente y tan tierno que te llega al corazón. El niño visita cada tarde a su abuela y entre fogones aprende mil y una cosas de ella, más allá de convertirse en un experto cocinero.
Lloras, te ríes, te emocionas, y acabas el libro con buen sabor de boca y los ojos hinchados, porque hay recetas con buenísima pinta y se derraman muchas lágrimas. Una novela encantadora de verdad. El malo malisimo es Cambio mis tacones por las ruedas de un tractor.
Una chica de ciudad se enamora de un ranchero de Oklahoma. Las trescientas y pico páginas del libro narran la relación de ambos, sin altibajos, sin picos, sin aventuras, sin sufrimientos; sin nada. Se pasean por el rancho y se besan entre mugidos de vaca, ella prepara la cena y después ven a Gary Gooper o John Wayne.
Una vez que lo has terminado te obsequian con las recetas que ella prepara con todo su amor al que llama Hombre Marlboro, para que te animes y se las prepares a tu hombre estetoscopio, tu hombre legálitas, tu hombre Toshiba o cualquiera que sea la profesión de tu pareja.
No ocurre nada, no tiene argumento. Sólo tiene mucho márketing: dicen que esta novela ha creado una nueva corriente literaria, el farm-lit. Pamplinas.
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