Con ese título resulta difícil resistirse. La primera novela de Inés Plana te va revelar qué causa más dolor que la muerte, pero prepárate porque es negra, requetenegra. Y buena, requetebuena.
Más allá de que son autores españoles de novela negra, de que se documentan de maravilla y mantienen en lo más alto el ritmo y la tensión, María Oruña, Lorenzo Silva, César Pérez Gellida, Dolores Redondo, Juanjo Braulio, Eva García Sáenz de Urturi, Domingo Villar, y muchos más tienen otra cosa en común: en sus páginas esconden un homenaje a los cuerpos de seguridad del estado, a la guardia civil y a la policía nacional. Porque se lo merecen.
Traen la imagen real de estos cuerpos, donde hay sitio para algún teniente castizo, un capitán rancio e incluso anticuado, pero cuentan con personal formado, moderno, que saben, y mucho, de redes sociales, nuevas tecnologías, criminología, psicología, derecho... y de fortaleza individual, tanto mental como psíquica. En un mundo antes sólo de hombres hoy nos presentan mujeres que también ocupan altos puestos.
Pues bien, Inés Plana es una más. Con Morir no es lo que más duele, su particular homenaje a la guardia civil, demuestra que domina la tensión y el ritmo, que sabe cómo enganchar. Dicen que dedicó cinco años a escribirlo.
Con un tema tan de actualidad como el del abuso a una menor, la estrategia, la historia, los personajes, los escenarios y hasta los animales que aparecen tienen su razón de ser y de estar.
Los puntos de giro consiguen mantener alto el interés y, sobre todo, cómo y cuándo los va dosificando.
Porque al final lo que nos viene a contar es que el mundo es un pañuelo y un pueblo, más. Que a malvado, al ser humano no le gana nadie, pero que también los hay honestos, que luchan por la verdad y por la justicia.
Que más que morir, duele vivir con un trauma de la infancia, que abusen de ti cuando eras niña; duele vivir engañado o traicionado; vivir amargado, abandonado; haciendo el mal, sin amar, o duele vivir como un cobarde, con miedo, en un escondite...
La novela tiene una labor alucinante de engranaje: los flash back, los acontecimientos, los personajes y el cambio de escenarios son claves en la estrategia para mantener la tensión.
Todos los personajes crecen, todos superan una etapa más. Sobre todo el teniente Tresser, que pasa de ser un personaje gris, hosco, antipático incluso y despegado, a ser un hombre diferente, que llega a pensar en flores, que dedica más de cinco minutos a reflexionar con afecto sobre su madre, y que hasta se encariña con la gata y su anciano vecino. Y eso, en verdad, no duele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario