lunes, 1 de octubre de 2018

‘Refranes, canciones y rastros de sangre’, de Pérez Gellida

La segunda trilogía de este autor vallisoletano la he leído del tirón; un libro detrás del otro, sin respiro. Así que he pasado el verano con Sancho, Ólafur y Erika. Y hemos tenido nuestros más y nuestros menos. 
Para mí, Pérez Gellida es un maestro en la creación de personajes, así como un artista de los diálogos. 
Su Ramiro Sancho es todo un personaje. El subinspector de Homicidios de Valladolid, que juega al rugby y se declara adicto al Pago de Carraovejas, es el típico castellano castizo, serio y respetuoso del orden a cualquier precio. Pero, sobre todo, buen amigo de sus amigos. Refranero, melómano y enamoradizo. 
Las personas que giran a su alrededor, igual: perfiladas de maravilla, con sus miedos, sus adicciones, sus problemas, sus manías... Olafsson, Erika, Eva, sus compañeros y superiores del Cuerpo, sus amantes, amigos y... enemigos. 

Con esta trilogía me pasó lo mismo que con la anterior: el primer libro me enganchó desde las primeras líneas y por eso no pude parar: Sarna con gusto, después Cuchillo de palo y seguido A grandes males, sin descanso. 

Y es que Sarna con gusto es maravillosa. Escrita estupendamente y con un Sancho mejor que nunca: sus refranes, sus diálogos, sus chanzas, sus contestaciones, su vuelta a la Policía Nacional, su entrega en cuerpo y alma al caso... Su sufrimiento, su impotencia, pero también su carácter, tan inasequible al desaliento. 
Como dice Urtzi (el inspector de homicidos de Valladolid de carne y hueso) en el prólogo de Sarna con gusto, esta es la gran novela de César, en la que mejor muestra lo que pasa por la mente de un policía y lo que ocurre de puertas para adentro de las dependencias de Homicidios. 

Para sus novelas, mejor dicho, para su Sancho, César cuenta con la ayuda de Urtzi, a quien acudió aconsejado por un amigo. A él pregunta, escucha y con él charla. Es Urtzi quien le ilustra sobre lo que pasa en el día a día de un grupo de investigación del Cuerpo Nacional de Policía; la documentación que necesita para sus novelas.
En ésta narra el horror de un secuestro, tanto de la víctima y sus familiares, como del secuestrador. 

En Cuchillo de palo, Pérez Gellida lleva a Ramiro Sancho a los infiernos: el sórdido mundo del juego, de la prostitución, de las drogas y el alcohol. Se verá metido de lleno en negocios sucios de trata de blancas, y tendrá que ingeniárselas para lidiar con las mafias más peligrosas, sus amenazas, sobornos, palizas y crímenes. Y, detras de todo esto, una organización masónica que esconde delitos. 


A grandes males tiene demasiada congregación masónica de los Hombres Puros, demasiados arcángeles, demasiado Cartapacio de Minos, mucho Dante Alighieri... Y todo, en Buenos Aires, donde vive el autor. Eso sí, con nuestro querido Sancho en plena forma y muchas sorpresas, muertes, investigaciones, peligros... y amor. 



Léela, te va a encantar la trilogía. 



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